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Patricia B. Bustos Psicoanalista /Coordinadora de grupos terapeúticos/ Prof. Enseñanza Común y diferencial / Mediadora Judicial / Voluntaria y Socia Activa de Mèdicos del Mundo

jueves, 12 de junio de 2008

EL SUJETO Y EL OTRO

Venus del Espejo - Diego Velázquez

La historia del sujeto se desarrolla, en una serie de identificaciones ideales y el yo que configura esta historia es una forma que hay que comprender en su valor libidinoso narcisista y en su alimentación imaginaria. COMO PUEDE RECONOCER EN LA IMAGEN DE AQUEL QUE ESTA A SU LADO QUE ES LO QUE LE CONCIERNE A EL Sólo puede hacerlo en la medida en que su prójimo es portador de un trazo de identificaciones que tienen en común. El trazo de la identificación cumple una función capital, ya que permite el dominio anticipado de la imagen. El sujeto no puede verse a sí mismo, encuentra su propia imagen en el semejante y así constituye la masa, de esta manera delimitan el lugar del ideal del yo. El ser humano no logra saber quién es, porque encuentra una dificultad para definirse, por lo que trata de reencontrar su goce perdido al nivel de la imagen. La relación con la imagen del cuerpo implica un defecto y ese defecto amerita que se lo denomine síntoma. El sujeto trata de gozar a pesar de todo, gracias a la imagen del cuerpo el sujeto o el semejante. Su esperanza funda un lazo social que hace también síntoma. La alienación consiste en el hecho de ceder una parte de sí mismo a otro yo distinto. El alienado vive prisionero del significante, de la imagen de su yo o de la imagen del ideal. Vive de la mirada del otro hacia él y lo ignora. Es evidente que si ver supone ver algo real, en ese acto el sujeto desaparece, se convierte en otro, esta plenamente absorbido en la visión del otro, esto nos permite comprobar que la visión total es la pérdida del sujeto en el objeto, captación del sujeto por el objeto. Esta definición me veo ver. Existe una división entre la visión y la mirada. La imagen es una pantalla que obtura las vías de emergencia del sujeto, ya que la imagen es estructurante, constituyente. En el estadio del espejo Lacan analiza la función ortopédica del espejo en la que se constituye la imagen especular, el yo. La identificación supone dos personas, dos unidades diferentes, el sujeto y el modelo en que se reconoce. La identificación es amor, se debe a partir del hecho de que el sujeto siempre desea al otro. Kierkergaard “una decisión no se toma como se práctica el resto” Cuando el sujeto logra la ruptura con el grupo pues el amo ya no es nada. Ese instante es ético establece una ruptura en la servidumbre del individuo: el sujeto cesa entonces de encarar al significante en un amo de carne y hueso. Tú puedes saber: la pregunta de Sócrates no tiene otro efecto que el de mostrarle al que habla lo que acaba de decir. El psicodrama es el lugar de las identificaciones, es el motor, el que dinamiza y organiza el grupo. En un grupo, ese discurso de cada uno de los participantes es interrumpido por el otro, que asocia al anterior y se complementa o no, se distorsiona o no, pero que inicia sin duda, un entrecruzamiento específico de la tarea grupal imposible en lo individual. Esta marca una de sus diferencias con el lenguaje, con las elecciones de cada uno de los integrantes del grupo realizan en ese momento para formular un dicho o para acercarse a un decir. La palabra que puede ser significante es vehiculizadora, metafóricamente, del lugar del sujeto. Dice Winnicott, en el juego, y solo en el, pueden el niño y el adulto, crear y usar toda la personalidad y el indi – viduo descubre su persona sólo cuando se muestra creador. Puede pensarse la creatividad, como la capacitación de ruptura de aquello que ya está premoldeado. Winnicott, lo universal es el juego y corresponde a la salud, facilita el crecimiento y por lo tanto esto último conduce a relaciones de grupo. Si tomamos por ejemplo lo que de real tiene la cristalización sintomática vemos que en el entrecruzamiento con lo simbólico para que el síntoma se conmueva deberá encontrarse su metáfora constituyente del síntoma: por supuesto hablamos de vertiente simbólica. Dentro del grupo, lo real se toca a través de la escena, para llevarlo al lugar de la palabra. Pensemos en el nudo borromeo. Una actuación por sí sola sería nuevamente síntoma. El semejante, a diferencia de la fascinación especular, no sólo supone el goce narcisista entrando en juego, sino que se le agrega en la presencia paranoide de me mira en enfrentamiento con lo que de real tiene la mirada. Si el estadio del espejo prepara la imagen global y completa en la anticipación para el sujeto de lo que será, el objeto a se anuda a lo imaginario a través de la mirada, una de sus formas. La sorpresa de la elección del partenaire en una escena es también motivo de análisis, doble motivo porque toca por un lado al elegido y desde ya señala al protagonista en su decisión. El síntoma es una vía para el esclarecimiento de las fantasías inconcientes que son su soporte. Y decir fantasías es nombrar al deseo. Los coordinadores en el grupo tienen una función y no roles. No son entonces, a título alguno (en contraposición con el líder) jefes o conductores con los participantes, uno por uno podrán identificarse por haberlos elegido como ideal del yo exteriorizado o proyectado. Este evita responder al manejo de unos u otros, se convertiría en un conductor y este se transformaría en una muchedumbre real. Así como también se niega a socorrer a los miembros del grupo, o convertirse en cómplice. De ese modo se niega a proponerse como el objeto de amor o como ideal del yo, a constituirse como un polo parental para constituirse como polo neutro, no están en el grupo están en el límite, ni adentro ni afuera. Este lugar fronterizo define su función, si se dejan absorber por el grupo no hay grupo. (Psi. Patricia Bustos)

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