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Patricia B. Bustos Psicoanalista /Coordinadora de grupos terapeúticos/ Prof. Enseñanza Común y diferencial / Mediadora Judicial / Voluntaria y Socia Activa de Mèdicos del Mundo

martes, 7 de abril de 2009

Cuento: Los Arboles en el Mundo Celta

Almendro en Flor - Vicent Van Gogh

Pero no sólo en la cultura celta los árboles se constituyeron en el símbolo espiritual de una humanidad vinculada a la tierra y al cielo. En efecto, el árbol como eje del mundo es una representación de una existencia substancial y esencial que une sus raíces en las profundidades de la tierra mientras eleva sus ramas y sus frutos hacia el corazón del cielo. Es asimismo el símbolo del conocimiento y de la vida eterna en muchas tradiciones. Es también el ancestro de la comunidad. Aquel arcano que, ubicado en el centro del mundo, posibilita la ascensión espiritual y conecta el momento de la creación con el tiempo y el espacio sagrado de los pueblos.

El roble es uno de esos simbólicos seres vivos milenarios. Llega a vivir unos dos mil años. Aferrado a él crece un curioso “musgo” característico de ciertas especies vegetales, es el muérdago, en irlandés uileiceadh, es decir, “que todo lo cura”. Pues bien, según los cronistas parece ser que los druidas recogían durante la sexta luna esta preciada sustancia, llamada también “planta mística del aire”, valiéndose de una hoz de oro en un significativo ritual nocturno. El erudito francés Jean Markale afirma que se trata de los símbolos solar y lunar (el oro y la forma de la hoz respectivamente). En la Historia natural de Plinio el Viejo, puede leerse: “Los druidas no tienen nada más sagrado que el muérdago y el árbol que lo sostiene, suponiendo siempre que este árbol es un roble”.

Fue tan profunda la conexión con este místico árbol que uno de los pueblos más famosos entre los celtas, el de los arverni6, tomaron su denominación de este preciado roble (en galo verno). Es así que el nombre de este pueblo significa “la gente del roble”.

Asimismo, el muérdago fue la planta inspiradora de la monumental obra del antropólogo Sir James George Frazer, La Rama Dorada.

Otro de los árboles preciados por los celtas es el manzano. Recordemos que el nombre de la mítica Avalón, donde estaría el rey Arturo esperando el momento de su regreso, está compuesto por las raíces abhall (manzanos) e illenhau (isla), es decir, la Isla de los Manzanos. Según el investigador austriaco Walter Johannes Stein, los manzanos (quert, aball, avel) manifiestan una especial particularidad. En efecto, “no sólo sus frutos, las manzanas, sino también las hojas, tienen una forma redondeada, y el árbol en su conjunto muestra la misma redondez. En todo el árbol está actuando constantemente uno y el mismo principio formativo, que vuelve a aparecer en cada detalle”7. En otras palabras, aquí tenemos nuevamente la “corporización” de la “forma” (mente o patrón) circular expresada en este significativo árbol, el que no sólo fue preciado por los celtas, sino que además es el alimento de la inmortalidad en la mitología nórdica y en Grecia fue el árbol dedicado al culto de la diosa de la fertilidad Deméter (Ceres), donde aparece además en el mito de las manzanas del Jardín de las Hespérides ..¿Avalón? (Psi. Patricia B. Bustos)

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