Datos personales

Mi foto
Patricia B. Bustos Psicoanalista /Coordinadora de grupos terapeúticos/ Prof. Enseñanza Común y diferencial / Mediadora Judicial / Voluntaria y Socia Activa de Mèdicos del Mundo

lunes, 11 de agosto de 2008

Crecer es parte de la Vida

El Beso - Klimt
La vida parece contradictoria y en la adolescencia mucho más. Por un lado esta etapa es una de las fases de la vida más fascinante y también compleja, donde los jóvenes asumen nuevas responsabilidades y experimentan la sensación de independencia. Ellos buscan su identidad, aprenden a poner en práctica valores aprendidos en la infancia y a desarrollar habilidades que les permita convertirse en adultos atentos y responsables. Por otro lado, la adolescencia es un período cargado de riesgos en un marco de tensiones personales. Aunque la mayoría de los jóvenes llegan a ser adultos sanos y productivos, muchos no lo consiguen. Las conductas iniciadas en la adolescencia pueden modelar de forma decisiva el curso de la vida, así como el futuro de toda una sociedad. Algunas conductas originan un peligro inmediato; otras, como las bombas de relojería, pueden ocasionar el mal años después, sin previo aviso. La Educación para la vida diaria enseña conocimientos que ayudan a la prevención de dichos riesgos, y aptitudes que protegen. Es este arte sobre como vivir la vida, es la adopción de reglas prácticas basadas en la convivencia con el otro, es en definitiva la ética de la situación humana, lo que resulta clave para una transición exitosa a la etapa adulta. Los datos reflejan hasta donde es la forma de vivir lo que importa. . Anna Freud, una psicoanalista de mediados del siglo xx, observó que una de las cualidades distintivas de la adolescencia es la debilidad de carácter que sufre con las presiones madurativas del inconsciente. Parece -decía ella- como si los adolescentes estuvieran en duelo permanente, habiendo perdido a su gran amor y necesitados de ayuda, buscando a alguien más que los consuele. Los cambios físicos se agregan a este sentimiento de inadecuación, de que nada está en el lugar apropiado, de que el mundo infantil -tan simétrico, tan estructurado- se perdió en el horizonte para no volver. Así vista La adolescencia es un periodo de transformación. Durante este proceso se establecen y se definen las relaciones sociales significativas, se circunscriben los límites morales, se adquieren las destrezas físicas e intelectuales que nos definirán el resto de la vida y, sobre todo, se conforma el mundo interno mientras el cuerpo despliega crecientes ajustes hormonales. Cuando se estudian las etapas del desarrollo pueden identificarse los momentos vitales en que se adquiere la identidad y el sentido de sí mismo -como decimos los psicólogos. La búsqueda de identidad en el adolescente no es un proceso simple. Darme cuenta de quién soy, de qué lugar ocupo entre mis seres cercanos y tener una perspectiva de mi persona en el tiempo es bastante complejo. Pese a ello, la consolidación de la identidad es clave para la maduración normal en la adolescencia. En este periodo depuramos nuestro mundo interior para integrarlo con las demandas de intimidad, competencia y diferenciación psicosocial. Con tantos impulsos en juego, es lógico que se perciban sentimientos encontrados de incomprensión, desamparo, amenaza sexual y hasta de odio hacia padres y maestros. Nadie parece comprender lo que está pasando. Acaso los mejores amigos, que comparten nuestros gustos y ambivalencias, son una fuente pasajera de alivio. Pero nos parece riesgoso acercarnos demasiado: la satisfacción inmediata de todos nuestros deseos presupone un costo muy alto. Los tiempos han cambiado, y mucho. Hoy en día, los padres pasan largas horas fuera de su casa a causa de sus obligaciones laborales, mientras que sus hijos son más bien criados por la televisión e Internet, medios que le muestran un mundo del que la mayoría de sus padres no tienen mucha noción. Por ello, no es extraño que entre estos jóvenes y sus padres exista en ocasiones un abismo, especialmente en lo que se refiere a la comunicación. Por eso mismo, para evitar que ese espacio se ensanche hasta límites irreversibles, los expertos recomiendan poner límites claros y hablar muy honestamente, desde temprano y de forma regular. Con todo, no sería raro que muchos padres sientan que están hablando con un marciano cuando tratan de comunicarse con sus hijos adolescentes. Y viceversa. A veces, en medio de las fuertes emociones que se generan en una discusión, o incluso en una charla casual cómo cualquier conversación diaria, cierta broma que para alguno de los dos puede ser algo menor, para el otro puede realmente parecer una ofensa que no aceptarían recibir. En realidad, no es que los padres y sus hijos adolescentes no puedan comunicarse, sino que la distancia que los separa es a menudo difícil de salvar. Según afirman los especialistas, cuando los hijos llegan a los 17 o 18 años, ya son evidentes los mayores puntos de confrontación con sus padres, pues, de hecho, los chicos en esa edad ya han tenido en más de una oportunidad ásperas discusiones con sus progenitores. Llegado este punto, se debe saber que, mucho más que la comunicación en si misma, importará la firmeza y el control (esto mismo puede suceder con las chicas y sus madres). Sin embargo, para evitar llegar a estas situaciones, la comunicación y la negociación pueden ayudar mucho, y de hecho también podrían ser útiles para atemperar el calor de la discusión. Pero para saber como poner en práctica la comunicación, es necesario conocer como piensa quien se encuentra del otro lado. Quiéralos sin importar qué y demuéstreles su afecto. Cuando sus adolescentes se equivoquen, enséñeles cómo hacer las cosas mejor la próxima vez. Hágales ver frecuentemente cuáles son sus virtudes. Déles la oportunidad de ganarse su confianza y cree lazos de confianza con ellos. Demuéstreles que los respeta y que usted se respeta a sí mismo. Ayúdeles a crear sentido de pertenencia por medio de la participación en actividades comunitarias. Usted no tiene porqué criar a sus adolescentes solo. ¡Pida ayuda de ser necesario! No se dé por vencido. Construir relaciones sólidas con los adolescentes toma tiempo. Mantenga su sentido del humor. Ser capaz de reírse de los errores propios en familia ayuda al fortalecimiento de la misma. Todo adolescente merece sentirse tomado en cuenta, ser animado y recibir afecto incondicional. Disfrute de la compañía de sus adolescentes y recuerde qué es lo más importante en sus vidas y en la suya propia. Los padres frecuentemente se involucran menos en las vidas de sus hijos cuando éstos entran a la secundaria. Pero un adolescente necesita la misma cantidad de atención y amor que cuando era más pequeño, y quizás un poco más.Una buena relación con los padres y otros adultos es la mejor defensa para los chicos a medida que van creciendo y explorando más.Para cuando llegue a la adolescencia, sus padres ya habrán tenido años de experiencia con él; el padre del bebé de hoy será el padre del adolescente de mañana. Su relación con su hijo puede cambiar - de hecho, es casi seguro que debe cambiar - a medida que desarrolla las destrezas necesarias para tener éxito como adulto. Estos cambios pueden ser agradables y beneficiosos. A medida que el joven se desarrolla mental y emocionalmente, sus conversaciones serán más ricas y sustanciosas. A medida que sus intereses se desarrollan y profundizan, el adolescente puede incluso enseñar cosas a sus padres, como algo de historia o los méritos de un nuevo libro.A pesar de las diferencias que existen entre las familias, las investigaciones científicas han demostrado que los padres eficaces poseen las siguientes cualidades en común: · Demuestran amor. Cuando los niños se portan mal, nos hacen enojar. Nosotros también nos sentimos mal porque estamos enojados o molestos. Pero estos sentimientos no quieren decir que no queremos a nuestros hijos. Los adolescentes necesitan adultos con quienes puedan contar - personas que formen un enlace con ellos, se comuniquen con ellos, inviertan tiempo en ellos y demuestren interés genuino por su bienestar. Así aprenden a cuidar y amar a otras personas. · Dan apoyo. Los adolescentes necesitan apoyo mientras batallan con problemas que quizás los padres y las familias no piensen que son tan importantes. Necesitan elogio cuando han dado su mejor esfuerzo. Necesitan aliento para desarrollar sus intereses y sus características personales. · Fijan límites. Los adolescentes necesitan padres u otros adultos que les den estructura y supervisión de manera consistente, firme y adecuada para su edad y etapa de desarrollo. Los padres autoritarios que imponen reglas rígidas y esperan que los hijos siempre obedezcan o los padres indulgentes que tienen pocas reglas y les dan demasiada libertad a sus hijos, son los padres que probablemente tendrán más dificultades con sus hijos. Los niños corren mucho riesgo de sufrir consecuencias negativas emocionales y en su comportamiento. Sin embargo, los padres con autoridad experta, quienes fijan límites claros y con buenas explicaciones, tienden a tener menos dificultades con sus adolescentes. “Hazlo porque yo digo” quizás no les rindió muy buenos resultados con su niño cuando tenía 6 años, y ahora que es un adolescente, les rendirá todavía menos. · Dan buenos ejemplos. Los adolescentes necesitan buenos ejemplos. Los padres deben intentar vivir con el comportamiento y los valores que esperan que su hijo desarrolle. Sus acciones dicen mucho más que sus palabras. Si fijan metas altas para sí mismos y trata a otras personas con amabilidad y respeto, es más probable que los hijos sigan su ejemplo. Mientras que los adolescentes exploran distintas posibilidades sobre quién quieren ser, ellos buscan ejemplos entre sus padres, sus compañeros, personalidades famosas y otras personas para definir quién serán. · Enseñan la responsabilidad. Nadie nace sabiendo cómo actuar responsablemente. Un sentido de responsabilidad se forma con tiempo. A medida que los niños crecen, ellos aprenden a hacerse cada vez más responsables por:Proveen una variedad de experiencias. La adolescencia es una buena etapa para explorar nuevas áreas y hacer nuevas cosas. El adolescente quizás intente nuevos deportes, o nuevos intereses académicos o lea nuevos libros. Quizás experimente con diferentes tipos de arte, o quiera aprender de distintas culturas o sobre carreras y tome parte en actividades comunitarias o religiosas. Según sus recursos, los padres pueden abrir puertas para su hijo. Pueden presentarle a nuevas personas y nuevos mundos. Al hacerlo quizás incluso recobren intereses o talentos que han ignorado por años, y pueden poner un buen ejemplo para sus hijos. No debe causar desaliento que los intereses del joven cambien, si bien debe ser guiado. · Demuestran respeto. Es muy tentador calificar a todos los adolescentes como rebeldes y dificultosos. Pero estos jovencitos varían tanto entre sí como los niños en cualquier otro grupo. Los chicos necesitan que se les trate con respeto, lo cual requiere que reconozcamos y apreciemos sus diferencias y que lo tratemos como individuos. Ellos también requieren que se les demuestre compasión al intentar ver las cosas desde su punto de vista y considerar sus necesidades y sentimientos. Al tratar al adolescente con respeto, los padres le ayudan a encontrar placer en el buen comportamiento. No existen los padres perfectos. Pero no olvidemos que una mala decisión tomada durante un día difícil (o una semana o un mes) no tendrá un efecto negativo de larga duración en la vida de nuestros hijos. Lo que más importa para ser un padre eficaz es lo que hacemos (o no hacemos) mantenido en el tiempo. ¿Sabias que todos los seres humanos necesitamos del afecto para nuestro desarrollo? Si, el afecto es una necesidad básica para el desarrollo bio-psicosocial humano. Se expresa en la comunicación verbal y no verbal, por medio de caricias, detalles, gestos de aceptación, tono de voz y reciprocidad en el contacto físico; estas manifestaciones hacen parte de la vida cotidiana, en el ambiente escolar, de pareja, familiar, y social. Es importante aprender a dar y recibir expresiones afectivas, evitar los prejuicios, temores y chantajes que distorsionan el efecto de una buena comunicación afectiva. Vivimos en una sociedad que ha impuesto condiciones casi mercantilistas alrededor de las expresiones de cariño, con la consecuencia de que muchos nos sentimos faltos de afecto. Para mantener una buena relación afectiva hay que fortalecer ciertos aspectos como: acompañar a la persona, ser solidario, demostrar interés por sus actividades e inquietudes, compartir opiniones y establecer límites basados en el respeto, sin violentar a la persona ni aplastar su singularidad y autonomía, ofrecer el espacio mutuo de crecimiento físico, intelectual, psicológico, moral y/o ético. Esta disposición afectiva centrada en el compromiso con el otro implica tanto el disfrute como la aceptación de las diferencias y la diversidad que hay en las relaciones interpersonales. ( Psi Patricia Bustos )

No hay comentarios: