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Patricia B. Bustos Psicoanalista /Coordinadora de grupos terapeúticos/ Prof. Enseñanza Común y diferencial / Mediadora Judicial / Voluntaria y Socia Activa de Mèdicos del Mundo

martes, 16 de diciembre de 2008

Cómo Llegar a Fin de Año Sin Perder la Cordura

Serie de Mujeres - Gustav Klimt

En esta época, el estrés llamado positivo puede convertirse en negativo o distrés y el aumento de la irritabilidad, el malhumor y el desgano comienzan a corroer el rendimiento laboral, las relaciones sociales y la capacidad de resolver problemas. Según especialistas en salud mental, el difundido estrés no es otra cosa que la respuesta que una persona elabora ante determinadas situaciones de presión o exigencia ya sea física o psíquica. Sin embargo, “cuando esa presión supera el umbral de tolerancia del sujeto deriva en distrés, que implica una demanda excesiva para la persona”.

En este sentido, explicó que a esta altura del año la acumulación de situaciones estresantes que cada uno debió resolver a lo largo del año hace que los sujetos se vuelvan más propensos a esta patología. “Lo característico de este mal es que las contingencias que en otro momento del año resolvimos sin mayores sobresaltos ahora se nos hace cuesta arriba, por lo tanto, es común que las personas vivencien un estado de mayor ansiedad, irritabilidad e insomnio que se plasma en el trabajo y en las relaciones afectivas.

En el ámbito laboral es frecuente que quienes se ven afectados por este síndrome se sientan interferidos a la hora de concentrarse en las actividades producto de la disminución de la capacidad para resolver problemas. Por otra parte, muchos contratos caducan y la inestabilidad o incertidumbre laboral genera una mayor predisposición al distrés.Un ciclo que se cierra y, por delante, un paquete de 365 días en inquietante blanco, con la demanda urgente de proyectos nuevos; el trabajo y el estudio apurando sus fechas límite —las entregas, los finales, los informes anuales en tiempo de descuento—; los preparativos para dos festejos demasiado juntos; los gastos, la comida, los regalos; los encuentros que se las traen, las ausencias más presentes que de costumbre; las vacaciones, como urgencia o como incógnita; el balance entre lo que hubo y lo que faltó, entre lo ganado y lo perdido, entre los sueños concretados y los deseos que aguardan turno.

Todo eso y mucho más en apenas días. ¿No será mucho?

"Sin duda. En esta época la gente desborda y se produce una intensa movilización afectiva. Son momentos de mucha ansiedad. Uno trata de resolver y terminar todo lo que fue postergando durante el año y empieza a vivir con mucha urgencia, con mucha locura, por cuestiones reales y subjetivas.

"Además, las fiestas tienen un peso simbólico muy fuerte. El mandato social de disfrutar y divertirse entra en conflicto con el mandato de estar juntos en familia: uno se reúne para pasarla bien pero el encuentro resalta las ausencias y destaca lo que falta, con lo cual aparecen sentimientos melancólicos y depresivos".No se trata sólo del trajín de las fiestas, sino de la carga emocional y de las exigencias de alegría y felicidad que estas suponen. "Abordamos las fiestas con muchas expectativas, ligadas al sistema de creencias que tenemos respecto a las fiestas ideales. Pero es importante revisar esas expectativas para evitar frustraciones innecesarias.

Pocas cosas hacen más infeliz que sentirse el último infeliz de la Tierra. O creerse el único que la pasa mal allí donde todo el mundo encuentra alegría y montones de afectos. Pero no todo lo que brilla es oro y, muchas veces, es nuestra fantasía la que pone en los demás —y en sus supuestas vidas— más paraísos de los que realmente tienen.

"Si bien en esta mirada se juegan emociones muy humanas como los celos y la envidia, es cierto que uno idealiza en los demás un goce y un disfrute que en general no es tal. Es una mirada infantil y proyectiva que aumenta nuestro malestar sin sentido. Todos tenemos frustraciones y contradicciones", "Son tiempos de balances sociales y personales y hay mucha conmoción. Muchas cosas quedan sobre la mesa y uno no puede hacerse el 'sota' como en otros momentos del año. Muchos viven la exigencia de promover situaciones de alegría como algo muy pesado y se refugian en los excesos como actitud defensiva: no quieren contactarse con los sentimientos de angustia y pérdida que en general las fiestas disparan".Las fiestas a veces despiertan dolores que uno creía dormidos.

"Los festejos suelen aumentar la intensidad de las emociones o la fuerza de los recuerdos. Hay que asumirlo y no pelear en vano contra estos sentimientos."Suelten las culpas y permítanse un rato de alegría. No se quiere más alguien o se lo olvida menos por censurar una carcajada o rendir culto a la tristeza. Disfrutar no es traicionar la memoria del que no está".

Otra fuente de tensiones típica es con quién pasamos las fiestas. Y, en ese sentido, la masividad de las separaciones y el boom de las familias ensambladas sumaron un nuevo ingrediente a los conflictos de antaño: antes, el dilema pasaba por cómo repartirse entre los padres y los suegros. Hoy, los dos destinos posibles pueden ser cuatro (y más también), los abuelos pueden ser ocho y etcétera. Pero hay dos fiestas y el conflicto termina imponiéndose.

"Lo fundamental es preguntar a los seres queridos dónde la quieren pasar y ser tolerantes y comprensivos con la respuesta, aunque duela. En definitiva, todos tenemos derecho a ir donde la pasemos mejor. Para sobrellevar las últimas semanas del año sin perder la cordura lo ideal sería que el ámbito laboral ofrezca, además de estabilidad y un salario adecuado, un equipo de trabajo lo más armónico posible, la infraestructura y el confort necesario para llevar adelante las tareas y “contar con autoridades o jefes que sepan rescatar y hacer explícito lo positivo de cada trabajador, porque si sólo nos señalan los defectos la sensación de no dar más se acentúa.

Por otra parte, Navidad y Año Nuevo suele ser para mucha gente, “un momento del año signado por la nostalgia en el que se tornan más patentes las ausencias, el paso del tiempo y los recuerdos idealizados de lo que eran las fiestas (Psi. Patricia Bustos)

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