Aunque la mañana estaba tibia, el sol se colaba por la ventana y acariciaba su rostro.
Ella tenía una mirada recelosa y desconfiada, la profundidad de sus ojos parecían susurrarle, ¿ preguntalé a tu delicado espejo, quien es la más bella? Espejo, símbolo de ilusión, porque lo que refleja no existe, muestra el como sí: al mirarse supiese como era y quien era.
Pero cuando se miraba no le gustaba lo que veía, la juventud la había abandonado y su cuerpo estaba muy lejos de ser el de una princesa.
Los días de este espejo eran oscuros y sombríos, era nalatrado y castigado por esa mujer hóstil y perversa, que tanto odiaba a la bella Blancanieves. El solo podía vengarse y gozar en el momento que ella lo saludaba cada mañana con una sonrisa amplia que dejaba ver unos blanquísimos y perfectos dientes; para preguntarle: ¿ espejo, espejito quién es la más bella ?.
Ese era su intante mágico, porque sin duda alguna, era su dulce Blancanieves.
La pregunta era un acto instintivo, costumbrista e incluso egocéntrico, pero adoraba hacerlo cada mañana.
El espejo sería testigo nuevamente de su insistencia.
Cada día era como deshojar una margarita.
Porque el no le respondía, no exístia nada mejor que el silencio eterno.
El silencio lograba que ella se sintiese abatida por este sentimiento de estar sola para siempre.La realidad ganaba, suspiros, miradas llena de tristezas y desaliento. Solo podía pensar en lo vacía y hundida en los recuerdos que estaba.(Psi. Patricia B. Bustos)
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