Las personas tendemos a ver en la incertidumbre tan sólo algo negativo que muchas veces queremos evitar a toda costa.
Cualquier cosa que rompa nuestra seguridad y que no podamos controlar nos pone en alerta, como si tuviéramos que enfrentarnos a un enemigo. Es una lucha absurda, que únicamente nos desgasta puesto que la incertidumbre forma parte del día a día de cualquier ser humano y es por tanto ineludible.
El futuro en sí mismo es pura incertidumbre y cada segundo que aún no hemos vivido puede llenarse de cualquier acontecimiento, esperado o inesperado. Es evidente, que por mucho que nos preocupemos frente a esa inseguridad que nos ronda, no vamos a solucionarla mejor.
La cuestión no es resistirse a la incertidumbre tratando de evitarla. Por el contrario, la clave está en aceptarla como un regalo de la vida que está lleno de potencialidad.
¿Para qué no ver en el futuro un espacio de potencialidad y por tanto de positividad? En mi opinión, la incertidumbre es un universo de riqueza ya que contiene todas las posibilidades. Es un enorme vacío en el que cualquier cosa tiene cabida y puede suceder. Es la nada que lo contiene todo.
Cualquier cosa que decidamos hacer en nuestra vida, necesita de un espacio de posibilidades que le permita existir en ese futuro que aún está por construir. Si no existiera incertidumbre, si todo lo que tuviera que suceder estuviera previsto y determinado, si todo ya estuviera construido, ¿qué espacio nos quedaría? ¿dónde viviría nuestra libertad de elegir?
Si queremos introducirnos en el futuro con un nuevo proyecto de vida (una nueva pareja; una nueva dedicación o meta profesional), ¿cómo podríamos hacerlo si no estuviera vacío ese espacio que nos espera?
¿Cómo llenaríamos y diseñaríamos nuestro futuro si éste ya estuviera escrito? Si así fuera, ¿cómo llenar un espacio que ya está lleno? Si alquilamos o compramos una casa, necesitamos que ésta se halle vacía para poner nuestros muebles. Si estuviera llena de muebles, ¿cómo la llenaríamos de los nuestros?
Agradezcamos a la vida el regalo de la incertidumbre, porque eso nos permite entrar en cada segundo de nuestras vidas a un espacio libre que nos permite colocar los muebles que nosotros queremos.
Y más allá de eso, aceptemos que no tenemos el control y que si después de alinear y ejecutar nuestras acciones en la dirección deseada no se cumplen nuestros objetivos, la vida nos regalará una lección que aprender. Además, siempre que se cierra una puerta hay otra que se abre. No se puede vivir con miedo. Hay que andar el camino y confiar. (Psi. Patricia B. Bustos)