La otra noche cené con un directivo empresarial de esos que no se amilanan ante la crisis aunque estén cayendo granizos como huevos de avutarda. Tras un diagnóstico que a mí me pareció revelador del panorama, mi amigo insistió en que uno de los riesgos mayores en las empresas es asentarse en la parálisis de quien se queda a verlas venir, practicar ese ‘don tan credismo’ de no mover un músculo ni para respirar, subido en la silla de la inercia y a la espera de que el toro pase de largo o escampe por fin.
Para ilustrar su explicación narró un cuento o parábola de esos que tienen hasta moraleja. Resulta que dos amigos que habían ido a una excursión campestre se adentran en el bosque y de pronto se topan con un oso inmenso que les mira feroz y amenazante.
Uno de los excursionistas comienza inmediatamente a sacar de su mochila las zapatillas deportivas y un pantalón de chándal, con intención de cambiarse lo antes posible.
El otro excursionista, tan asustado o más que su compañero, opta mientras tanto por disimular su pánico y se queda quieto como una estatua, observando al inmenso plantígrado.
Al poco tiempo, el primero de los amigos había concluido su tarea y estaba ya calzado y vestido con las prendas deportivas. El otro, rendido ante la evidencia del riesgo, ante la solidez de la amenaza, trató de tranquilizarle:
—Te has cambiado de ropa y de zapatos; y no es por desanimarte, pero por mucho que corramos el oso va a correr más que nosotros...
Tensionado y vigilante, el primero le respondió:
—Ya sé que el oso corre más que nosotros; pero cuando empiece a perseguirnos, yo me conformo con correr algo más que tú.
Mi amigo el directivo empresarial había empleado bastante tiempo en desmenuzar técnicamente los pormenores (antecedentes, claves, consecuencias...) de la crisis en su sector, pero le bastaron treinta segundos –los del cuento– para ilustrarnos acerca de su ‘filosofía’ frente a las dificultades. Picasso lo hubiera formulado de otro modo: «Cuando llegue la inspiración, que te pille trabajando». Pero a mí me parece más elocuente la parábola del oso. Sólo se me olvidó preguntarle que dónde se compran las zapatillas para salir zumbando.
4 comentarios:
Buenísimo post. Sólo que en el cuento, hay una forma de seguir ganando para el que no tiene zapatillas y es, precisamente, no competir. Me explico: si el que se puso las zapatillas se echa a correr y el otro se queda inmóvil, ¿a quién crees que perseguirá el oso?
A veces en la vida no queda otra que competir, pero muchas otras veces pasar inmediatamente a la acción puede ser perjudicial, sí, lo admito, yo soy más de las que observa, espera y estudia la mejor ocasión.
Besos desde Canarias
Esta muy bueno poder reconocernos y aceptarnos de ahi en mas tomaremos nuestras desiciones, besitos
si no arriesgamos, no ganamos... creo que el arriesgo... y se puede decir que gano... en las dificultades hay que pensar, muy rapido... sino pensamos, nos quedamos inmovil... para que el oso nos devore...
Jaja...muy divertida tu observacion...y si el riesgo logra q uno se defina mas rapido...besitos
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